Resiste lo tradicional
Aún en tiempos de los videogames o señales infantiles las 24 horas por televisión, hay espacio para la escondida o la tapadita. Algunas actividades resurgen por modas y otras solo luchan contra el olvido.
No es erróneo decir que la payana está en peligro de extinción. Los baleros hoy alimentan más la nostalgia adulta que el ocio infantil. Pero las figuritas, y con ellas la tapadita, viven y colean. Nadie se anima aún a firmar el certificado de defunción de las bolitas. El salto a la cuerda, la mancha, el elástico, las rondas y la escondida todavía gozan de buena salud.
En épocas de TV por cable, PC y Play Station, los juegos tradicionales no dan la batalla por perdida. Algunos están ayudados por una perennidad a prueba de balas. Otros dependerán del capricho de las modas (cíclicas ya sea en la ropa, la música y el juego), una ola nostalgiosa o la ayuda de algún personaje televisivo. Están los que se aggiornan y los que luchan una batalla desigual contra la desmemoria.
"Tanto los juegos tradicionales como los modernos responden a necesidades humanas; la esencia sigue siendo la misma, sea con un trompo o una Play", señala Luis Machado, coordinador de la Tecnicatura en Educación para la Recreación y Tiempo Libre de la Universidad Católica (Ucudal). Pero el presente no ayuda a los primeros. "En los recreos se han ido perdiendo los juegos de espacio: antes se podía correr más; ahora las escuelas los han ido `disciplinando`. Entonces, en algunos lugares aparecen por rachas las figuritas, saltar a la cuerda, el elástico... a veces he visto la bolita, pero de un modo distinto". Según este experto, el viejo "chante", que requería una técnica especial con el índice y el pulgar, se sustituyó por algo similar al "arrime". Más de un niño de 40 años o más se horrorizaría ante tal herejía.
Docentes como Carolina Chevalier, directora de Educación Inicial del Instituto Yavne, o Héctor Crosignani, coordinador de Tiempo Libre del Colegio Zorrilla, dicen que es común que estas y otras instituciones incluyan juguetes tradicionales como alternativas lúdicas para los recreos. "Es un hecho que se vive como una moda, con inicio y final en el tiempo", dice Chevalier, que destaca el ejemplo de la rayuela, muchas veces impulsada por las maestras. Crosignani relata iniciativas exitosas en su caso (saltar a la cuerda o damas), fracasadas (balero, bolitas, aro de hula-hula) y otras aún vigentes en el patio (figuritas, escondidas y mancha). También señala un inconveniente de estos tiempos: "A veces tratamos de impulsar el juego del elástico, sobre todo para las niñas. El problema es: ¿quién enseña?. Porque a veces ni siquiera las maestras recuerdan cómo se jugaba".
Los juegos tradicionales "son parte de una historia, una memoria colectiva y una cultura que une, da raíces e inmenso placer", expresa Chevalier. Machado prefiere apuntar al beneficio físico y psíquico: "Todos ellos trabajan todas las habilidades motrices que hacen falta. Jugar a la bolita, en cuclillas, mueve la musculatura coxofemoral; con las cometas, se afecta el tren superior. Luego está lo intelectual, las estrategias para resolver situaciones. Los juegos son puro aprendizaje, ahí vale equivocarse". El desarrollo de la creatividad, el respeto total a las reglas (o aprender a consensuar para cambiarlas), la imaginación y la socialización son destacadas de manera unánime.
Hay quienes aseguran que todo es cuestión de adaptarse. En Meñique Animaciones, empresa dedicada a la animación de eventos infantiles y de adultos, la clave pasa por hallar variantes. "Nosotros organizamos una escondida, por ejemplo, y le buscamos la vuelta: la `sardina enlatada`, donde es uno solo el que se esconde y el resto tiene que descubrirlo. O usamos trompos y baleros en actividades pensadas para adultos, simulando una kermés y, aunque sea por un rato, los chicos siempre se terminan colgando", señala Marcelo Cidelapaz, uno de sus responsables. Para él no cabe una mirada excesivamente nostálgica, ni mucho menos apocalíptica: "La mancha y la escondida jamás van a perder vigencia, ¿sabés por qué? Porque son juegos muy divertidos".
"El juego en el barrio permitía cierto grado de complicidad que no se daba en otros espacios. Los niños que salían a jugar en la vereda desarrollaban su autonomía y aprendían a resolver sus conflictos, propios de la vida social, sin la intermediación del adulto", señala.
Carolina Chevalier, directora de Inicial del Instituto Yavne, afirma que cuando el niño tiene los espacios -como la escuela- o hay un adulto motivador -como un maestro-, ellos mismos "disfrutan mucho (de los juegos tradicionales) y hasta los proponen de forma autónoma durante un tiempo".
A pesar de este interés, Fernández no es una "cruzada" contra lo moderno. "Habrá discusiones, pero yo creo que los videojuegos también tocan lo lúdico, te transportan a un nuevo lugar. Y sobre los juegos tradicionales... está bueno mantener y recuperar la memoria, pero eso no tiene que ser una limitante. Los juegos son algo vivo, se pueden resignificar".
En épocas de TV por cable, PC y Play Station, los juegos tradicionales no dan la batalla por perdida. Algunos están ayudados por una perennidad a prueba de balas. Otros dependerán del capricho de las modas (cíclicas ya sea en la ropa, la música y el juego), una ola nostalgiosa o la ayuda de algún personaje televisivo. Están los que se aggiornan y los que luchan una batalla desigual contra la desmemoria.
"Tanto los juegos tradicionales como los modernos responden a necesidades humanas; la esencia sigue siendo la misma, sea con un trompo o una Play", señala Luis Machado, coordinador de la Tecnicatura en Educación para la Recreación y Tiempo Libre de la Universidad Católica (Ucudal). Pero el presente no ayuda a los primeros. "En los recreos se han ido perdiendo los juegos de espacio: antes se podía correr más; ahora las escuelas los han ido `disciplinando`. Entonces, en algunos lugares aparecen por rachas las figuritas, saltar a la cuerda, el elástico... a veces he visto la bolita, pero de un modo distinto". Según este experto, el viejo "chante", que requería una técnica especial con el índice y el pulgar, se sustituyó por algo similar al "arrime". Más de un niño de 40 años o más se horrorizaría ante tal herejía.
Docentes como Carolina Chevalier, directora de Educación Inicial del Instituto Yavne, o Héctor Crosignani, coordinador de Tiempo Libre del Colegio Zorrilla, dicen que es común que estas y otras instituciones incluyan juguetes tradicionales como alternativas lúdicas para los recreos. "Es un hecho que se vive como una moda, con inicio y final en el tiempo", dice Chevalier, que destaca el ejemplo de la rayuela, muchas veces impulsada por las maestras. Crosignani relata iniciativas exitosas en su caso (saltar a la cuerda o damas), fracasadas (balero, bolitas, aro de hula-hula) y otras aún vigentes en el patio (figuritas, escondidas y mancha). También señala un inconveniente de estos tiempos: "A veces tratamos de impulsar el juego del elástico, sobre todo para las niñas. El problema es: ¿quién enseña?. Porque a veces ni siquiera las maestras recuerdan cómo se jugaba".
Los juegos tradicionales "son parte de una historia, una memoria colectiva y una cultura que une, da raíces e inmenso placer", expresa Chevalier. Machado prefiere apuntar al beneficio físico y psíquico: "Todos ellos trabajan todas las habilidades motrices que hacen falta. Jugar a la bolita, en cuclillas, mueve la musculatura coxofemoral; con las cometas, se afecta el tren superior. Luego está lo intelectual, las estrategias para resolver situaciones. Los juegos son puro aprendizaje, ahí vale equivocarse". El desarrollo de la creatividad, el respeto total a las reglas (o aprender a consensuar para cambiarlas), la imaginación y la socialización son destacadas de manera unánime.
Hay quienes aseguran que todo es cuestión de adaptarse. En Meñique Animaciones, empresa dedicada a la animación de eventos infantiles y de adultos, la clave pasa por hallar variantes. "Nosotros organizamos una escondida, por ejemplo, y le buscamos la vuelta: la `sardina enlatada`, donde es uno solo el que se esconde y el resto tiene que descubrirlo. O usamos trompos y baleros en actividades pensadas para adultos, simulando una kermés y, aunque sea por un rato, los chicos siempre se terminan colgando", señala Marcelo Cidelapaz, uno de sus responsables. Para él no cabe una mirada excesivamente nostálgica, ni mucho menos apocalíptica: "La mancha y la escondida jamás van a perder vigencia, ¿sabés por qué? Porque son juegos muy divertidos".
LA PC NO ES EL ÚNICO RIVAL
La computadora, la Play Station o similares no son las únicas amenazas que tiene el juego tradicional, apunta Laura Camacho, directora de Inicial y Primaria del Elbio Fernández. Las pocas horas libres que hoy tienen los niños, la interrupción del juego constante a cargo de los adultos, la disminución del intercambio intergeneracional debido a las familias cada vez menos numerosas y la desaparición de espacios "garantes del juego" como plazas, son algunos de los argumentos que ella enumera."El juego en el barrio permitía cierto grado de complicidad que no se daba en otros espacios. Los niños que salían a jugar en la vereda desarrollaban su autonomía y aprendían a resolver sus conflictos, propios de la vida social, sin la intermediación del adulto", señala.
Carolina Chevalier, directora de Inicial del Instituto Yavne, afirma que cuando el niño tiene los espacios -como la escuela- o hay un adulto motivador -como un maestro-, ellos mismos "disfrutan mucho (de los juegos tradicionales) y hasta los proponen de forma autónoma durante un tiempo".
ENTRE ALDEAS Y MEMORIAS
"El juego permite que una persona esté más completa, incursionando en áreas de expresividad, yendo a otro universo, expresándose, guiándose por un impulso lúdico. En definitiva, eso te hace más pleno". Quien habla es la socióloga y educadora Roxana Fernández, vinculada a la ONG El Abrojo, y coautora junto con el periodista Matías Castro de Cazacurioso (Estuario, 2010), libro donde se compilan 117 juegos tradicionales en Uruguay. En él están incluidos los recuerdos de miles de infancias, bajo nombres como Antón Pirulero, dominó, manchado, rin raje, distintos tipos de rondas y los zancos. Según dijo, la idea era "pintar la aldea" a través de los juegos, de la misma forma que lo hizo el artista flamenco Pieter Brueghel con su cuadro Juegos de niños (1560).A pesar de este interés, Fernández no es una "cruzada" contra lo moderno. "Habrá discusiones, pero yo creo que los videojuegos también tocan lo lúdico, te transportan a un nuevo lugar. Y sobre los juegos tradicionales... está bueno mantener y recuperar la memoria, pero eso no tiene que ser una limitante. Los juegos son algo vivo, se pueden resignificar".
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