Sunday, September 16, 2012

SOCIEDAD / LONGEVOS - Seres de tres cifras - URUGUAY


 

Nacieron en un Uruguay sin radio y televisión. Hoy son historia viva gracias a su genética y estilo de vida.

Parecía que se venía la tormenta, pero no. Se aguantó toda la tarde. En Brasil se celebraba el Día de la Independencia. En Gales se desplomó un túnel en construcción y todos los obreros quedaron atrapados bajo una masa de tierra. El Albion recibió de local a Peñarol con una entrada de diez centésimos y el Deutscher F.K. se enfrentó en su cancha del Parque Central a Triunfo F.C. Ese mismo 7 de septiembre de 1902 nació en Cerro Largo Alair Olivera García, una de las 519 personas mayores de 100 años que viven en Uruguay.

Un grupo de mariachis afina sus guitarras para entonar Las mañanitas, mientras se acerca una torta con un cartel que dice: "110" (colocar esa cifra en velitas requeriría de una gran superficie y de un enérgico soplido). Ella, contenta, saluda con una mano que carga con la edad. Los invitados se acercan a darle un beso y aunque casi no los ve sabe que están. No todos, quizás porque sería imposible reunir a los ocho hijos, 25 nietos, 79 bisnietos, 61 tataranietos y tres trastataranietos (o choznos).

Es una tarde de fiesta en Las Piedras, su actual lugar de residencia. No solo se celebra un nuevo cumpleaños de la persona con más años registrados en la Dirección Nacional de Identificación Civil con cédula de identidad vigente -los dos habitantes más ancianos en Uruguay al momento Censo 2011 eran mujeres de 111 años-, sino que se reconoce el esfuerzo de una exlavandera que pasó las de Caín y aún así llegó a esa edad.

Alair no había cumplido el año cuando sus padres decidieron entregar a su hija al médico Carlos Barbosa Goncalves, quien fue gobernador de Río Grande do Sul (1908-1913). No era fácil criar a 11 hijos en Cerro Largo en una época de crisis económica y en medio de una paz armada (período de tregua previo a la Guerra Civil de 1904).

Barbosa, quien por ese entonces residía en Jaguarao (Brasil), dio cobijo a la niña y la utilizó como criada, una "especie de esclava moderna", cuenta Ana María, una de las nietas de Alair. Pero ella no sentía esa restricción de libertad. Al contrario. "El doctor nos trataba muy bien, era muy bueno, íbamos a la iglesia en la mañana y en la tarde teníamos maestros particulares", recuerda esta centenaria, quien nunca fue a la escuela.

Los pobladores longevos que alcanzaron mayor nivel educativo en Uruguay son dos mujeres con posgrado universitario; una es de Carrasco y la otra del Este de la ciudad de Young, señala Leonardo Olivera, docente de Geografía Económica en el Centro Regional de Profesores de Florida, quien brindó a Domingo los datos ampliados del Censo 2011.

Por más que en la cédula de identidad de Alair no aparece su firma, ella lee y escribe al igual que 70,7% de los mayores de 100 años. También está alfabetizada Justa Vicenta Peña, una ama de casa que nació en Canelones el 19 de julio de 1909.

Justa, quien dice haber llegado a ser una centenaria "luchando", no aparenta tener su verdadera edad. Se puede sostener sola con la ayuda de un bastón y mantiene una lucidez que da envidia. Solo se equivoca cuando se le pregunta por su edad: "¿123, no?", le pregunta a su hija.

Recuerda con menor esfuerzo las anécdotas de su juventud. Rememora que la corriente eléctrica se generaba con molinos. Así pudo conectar la radio cuando llegó al país. Escuchaba comedias y música ranchera. "Es que me gustaban los bailes", se ríe. Hasta llegó a tener unos cuatro novios, pero se casó una sola vez. Alair también contrajo matrimonio en una sola oportunidad y su esposo falleció con 103 años. Si bien lo extraña, "la filosofía de vida de estos longevos les permite sortear con mayor fortaleza emocional la constante pérdida de personas cercanas", dice la psicóloga Mónica Lladó.

"La mayoría de los centenarios tienen familiares longevos", indica el geriatra Clever Nieto. Esta es una muestra más de que la genética cobra importancia, "quizás es la primera llave para conocer la longevidad", agrega (ver nota aparte).

Biología o no, lo cierto es que ambas comen de todo. Se levantan temprano (Alair a las 6.30 y Justa a las 8.00) y piden que alguno de sus acompañantes les prepare la infaltable taza de leche con pan. A media mañana es hora del mate o de algún té con yuyos. Poca carne por la complicación para masticar y sí muchos antojos.

Alair, por ejemplo, disfruta de la torta con dulce de leche de sus 110 años y sueña con volver a cocinar chocolates que deleiten a sus invitados.

Buena parte de la dieta que consumen se origina en la vida de campo que llevaron durante la infancia. Lo mismo le ocurre a Perpetua Feliciana Sosa Baladán, quien figura en la cédula de identidad como nacida en Melo el 20 de octubre de 1909 pero en la libreta de Matrimonio está registrada dos años antes.

Ella trabajaba duramente en el campo. Con su hijo José (el único que falleció de los cuatro que tuvo) hacían los embutidos. Pepa -como le dicen todos- araba con bueyes y plantaba en quintas.

A pesar de haber sufrido una operación en la cadera, sólo toma gotas para dormir y "para no ponerse nerviosa". No es casualidad. "Una característica observacional es que los centenarios toman muy pocos medicamentos", afirma Nieto. Justa consume cinco fármacos por día (después de una infección urinaria) y Alair ninguno, aunque a veces pide un analgésico (cuyo nombre ya no existe) por si le llega a doler algo.

La fortaleza que mantienen les hace vivir sin temores ni conflictos. Esta es una de las razones por las que pueden convivir con sus familias, "en lugar de hospedarse en centros de salud", dice Nieto. El otro motivo es que tienen la capacidad de pedir ayuda y ser sociables, una característica que según los expertos es común en las mujeres y de ahí partiría la explicación de por qué ellas viven más que ellos (de hecho no se pudo contactar a ninguno de los 73 hombres mayores de 100 años que hay en Uruguay).

La compañía es fundamental cuando se llega a esas edades. Perpetua no cocina pese a que le gusta. No la dejan por temor a que se queme. Ella "me seca los platos para entretenerse", afirma Clelia, una de sus hijas y acompañante. A Alair también la controlan, sobre todo en las noches, "porque tiene el sueño cambiado como los bebés", cuenta su hijo menor, Altemir.

Otra de las ayudas que sienten estas tres centenarias es la religión. "¡Qué Dios lo bendiga!", repite cada tanto Alair; "A mi edad quiero hacer lo que Dios quiera", confiesa Justa; "A la muerte no le temo, que venga cuando Dios quiera", dice Perpetua con una amplia sonrisa. Es un factor común entre varios de los longevos uruguayos, señala Nieto y agrega que "esa espiritualidad no se trata solo de ponerse a rezar, sino de ir al templo y hacer sociabilidad, lo que tiende a aumentar las redes de ayuda".

Cuando llegan visitas a las casas estas longevas expresan su felicidad y hacen el esfuerzo por responder todas las preguntas, aun cuando la disminución sensorial les lleve a tener que hacer un esfuerzo y el recuerdo despierte cierta nostalgia.

La rutina de ellas transcurre sin grandes sobresaltos. El día de Alair pasa junto a la estufa a leña. El de Justa tomando unos mates en la puerta de su hogar. Y Perpetua a la sombra de una parra, aunque no duda en levantarse de su silla y acompañar a las visitas hasta el portón. Camina a paso seguro. Y su rostro siempre muestra una tímida sonrisa.

No les asusta lo que vendrá. "Uno aprende en la vida la capacidad de adaptarse", dice Lladó. Cualquier cambio genera cierto temor, pero estas tres mujeres encuentran en los obstáculos un nuevo desafío. Por eso no les preocupa el aprender a utilizar una computadora o no; para ellas la vida es algo más simple.

"Es muy común la asociación racional de las nuevas tecnologías, es decir, la persona sabe que existen pero no la incorporan a su vida cotidiana", agrega la psicóloga y señala que es fundamental la aplicación de políticas sociales que tiendan a integrar a las diferentes generaciones.

Los centenarios son pacientes que sobreviven en muy buenas condiciones muchos años pero que luego sufren de un deterioro repentino de su salud y fallecen, explica Nieto. Este ingrediente hace que esas vidas sean un contrato perfecto: duran mucho tiempo, con calidad y mueren, en general, sin sufrimiento.

En el Censo 2004 se contabilizaron 440 mayores de 100 años, en el último (2011) se registraron 519 casos y para 2025 se estima que se superarán las 1.000 personas. No es de extrañar que cada vez haya más uruguayos con una historia centenaria; como la de Alair, Justa y Perpetua. Producción: Patricia Mango.

ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

"Hay muchos mitos respecto a los longevos extremos y esto responde a un deseo humano de seguir viviendo", dice el geriatra Clever Nieto. El fenómeno se extiende, incluso, a los patriarcas bíblicos que se dice vivieron muchos años (aunque luego la ciencia se ha encargado de dar explicaciones según las modalidades de conteo de la época). La mujer que vivió más años con una vida cuidadosamente documentada fue la francesa Jeanne Calment. Falleció a los 122 años y 164 días.

La genética como puerta de entrada a una historia centenaria

No se ha comprobado científicamente cuáles son los factores que predisponen a la longevidad en los seres humanos. Se ha experimentado con animales y se vio que una dieta de reducción calórica (sin azúcar agregada y con muchas verduras), por ejemplo, aumentó en 30% la vida de los más viejos. También se reconoció que el ejercicio físico y la actitud positiva tienden al alargamiento de la vida. Pero la existencia de poblaciones muy longevas (aunque no está comprobada la edad real de sus integrantes) y la presencia de familias de centenarios hace pensar que existe una determinante genética, la que se hace más visible en los extremos de la vida. "Se han detectado algunos genes vinculados a la longevidad y el más destacado es el APOE (ubicado en el cromosoma 19), aunque a este gen también se lo relaciona con el desarrollo del alzhéimer y de enfermedades cardiovasculares", explica el genetista Bernardo Bertoni. La variante en las combinaciones de los genes es lo que puede llevar a desarrollar una u otra característica. Todos los seres humanos tenemos el gen, pero no necesariamente en la combinación que da longevidad. ¿Cuál es la variante en concreto? "No se conoce aún", dice el especialista. Por eso, en América Latina se está desarrollando una investigación sobre longevos extremos, bajo la coordinación de Clever Nieto. En Uruguay el estudio lo realiza la Sociedad Uruguaya de Geriatría y Gerontología en conjunto con el Departamento Genético de la Facultad de Medicina (2924 34 14 int. 3468 o centenarios@fmed.edu.uy). Se realizan dos entrevistas a cada caso y una extracción de sangre (o muestra de saliva). "La idea del proyecto es poder generar una base de ADN de los longevos uruguayos y encontrar patrones genéticos en común", sentencia Bertoni. El proyecto recién está en etapa de recolección de datos.

PSICOLOGÍA

Relatos de creer o reventar

"No hay estudios que asocien al sentimiento de muerte con la longevidad, pero sí se nota una actitud positivafrente a la vida", asevera Mónica Lladó, psicóloga especializada en Gerontología Social. La mayoría de los longevos son seres con un "fuerte deseo de querer seguir viviendo", dice. Con esta fortaleza espiritual "parecería que estas personas tienen algunas características psicológicas en común y todas están relacionadas entre sí", explica el médico Clever Nieto. La primera es la autoeficacia, la creencia de que se puede resolver las situaciones que se presentan en la vida y fijar nuevas metas. La segunda es la tenacidad, la constancia de no aflojar a pesar de las adversidades. La tercera es la adaptación ante los cambios del envejecimiento (las pérdidas de familiares, el fin de la intimidad y depender de otros, el usar lentes o un bastón). La cuarta es la resiliencia, la capacidad de sortear una dificultad grave y salir hasta fortalecido de esa situación (la muerte de su cónyugue o la pérdida de algún sentido). Por último, está la actitud positiva ante la vida, se trata de personas que difícilmente estén tristes o mirando solo lo malo. Esta filosofía, sumada a una espiritualidad (religiosa o no) hace que, para Lladó, se aplique la frase: "Todo lo que no me mata, me fortalece".

LAS CIFRAS

110

Es la máxima esperanza de vida al nacer que alcanzarán los seres humanos en algún momento, según el Instituto de Envejecimiento de Estados Unidos.

16

Hombres cada 100 mujeres es la relación que existe, según sexo, entre los longevos uruguayos. Montevideo registra la mayor feminización de la población centenaria con 90%.

6

Mujeres uruguayas mayores de 100 años son divorciadas o separadas de unión libre. Todos los longevos restantes son viudos o solteros y no se registran personas casadas.

93%

De los longevos uruguayos que dieron información sobre su ascendencia étnico-racial son blancos. Hay un 5,3% de afros y 1,7% de indígenas. No existen casos de asiáticos

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